Por: Miroslava H. Mendoza
Eso es lo que pasa cuando corro. Te cuento, hace un año aproximadamente decidí empezar a correr, los que me conocen no podrán creer esto pero lo odiaba. Realmente no era odio, era desesperación al ver como mi mamá maratonista corría todos los días como si nada y yo cada día me hiperventilaba al intentar correr 1 kilómetro.
Llegué a decirle a mi mamá (mi entrenadora actual) que yo no estaba hecha para correr y ella me decía que era absurdo decir eso y ¡claro que lo era! Así que un día me arme de valor y dije “Es hora, tengo que lograrlo”. Después de varios intentos y desesperos, lo logré, pude completar 5 kilómetros y todavía tenía oxígeno en mi sistema. El sentimiento de satisfacción fue increíble, pero como todo lo que hago jamás es a medias y al parecer mi mamá piensa igual, decidió que era buena idea que me preparara para los 10 km y ahí fue cuando lo descubrí, fue ahí cuando me di cuenta que realmente si estaba “hecha” para correr.
Cada mañana es diferente y más si te levantas a las 5:30 am. El cielo se presenta de diferentes colores, un poco de estrellas y una luna impresionante arriba de mí. Me llena, me hace sentir viva, me hipnotiza el cielo mientras corro y me olvido de todo. El tiempo se pasa volando cuando no piensas cuantos kilómetros te faltan (bueno algunas veces, cuando estas disfrutando el momento).
Después de meses de entrenamiento, de cielos azules y verdosos y una cantidad infinita de amaneceres lo logré, 10 kilómetros acumulados a mi lista de logros. Pero como antes mencioné mi entrenadora vive conmigo así que ahí no acabo y me contagie de esa locura por correr.
Varias veces me lo habían dicho pero ¡claro lo tenía que comprobar por mi cuenta!” Correr se vuelve una adicción.” Y en efecto me convertí en una completa adicta a esa adrenalina, a esa emoción, a la lucha interminable con mi conciencia — ¿me levanto?- ¿No me levanto? ¿Y si mejor voy mañana? – ¿Valdrá la pena levantarme de madrugada?- Si, la respuesta es siempre sí. Si valen la pena las levantadas.
Debido a esta adicción de la cual no existe cura, decidí aumentar la cantidad de kilómetros, que más daba un kilómetro más un kilómetro menos, lo que no sabía es que entre más aumentes jamás puedes parar.
Así que oficialmente me uní a un grupo de locos que corren los sábados por las mañanas, a esos locos que ves empapados de sudor por las calles sonriendo. Esta es la siguiente etapa de la adicción, bueno así la llamé yo.
Se reúnen todos a las 6:30 am, todos con caras felices, saludándose como si fuera un viernes por la tarde, oliendo a cremas para el dolor, listos para embestir al mundo con nuestra locura, nuestra adicción. — ¿Cuántos tocan correr hoy? Es la pregunta que nos hacemos al vernos, -Nada más 20 kilómetros – es lo que responden. La primera vez que escuche ese “nada más son 20 kilómetros “me quería morir, lo dicen tan a la ligera, ¡Están locos! ¡Por eso! pero qué más daba ya me había convertido en uno de ellos.
Así que empezamos, piernas que pareciesen piedras, lagañas en los ojos, pero que no falte la sonrisa mañanera. Los primeros kilómetros sientes que tus piernas no responden y no es hasta el kilómetro diez cuando ya de una vez por todas reaccionaron y es hora de terminar la otra mitad del recorrido. A veces tu música varia, a veces tu música es la historia de un viaje, a veces tus propios pensamientos, otras veces solo el sonido de tu respiración y en el peor de los casos alguien gritándote mientras cruzas la calle corriendo “!Ponte a trabajar!” (Hay personas que no están muy contentos de tener que darles el pase a los locos que van corriendo por la calle). Pero así como existen personas que les molesta verte, hay otros que te dan ánimos, ya sea un corredor que empezó más temprano (Que como lo envidias en esos momentos), algunos muchachos metiéndose apenas a sus casa saludándote, o personas animándote con el sonido de su claxon.
Pero te preguntarás ¿Qué es lo que me hace levantarme cada mañana a correr? ¿Qué es a lo que me hice adicta?
¿Alguna vez has sentido que los pensamientos te agobian, que el estrés pareciese eterno y tu cabeza no puede tranquilizarse?
Cuando corres todo eso se esfuma, tus pensamientos se aclaran, el estrés desaparece, te sientes libre, ligero. El mundo es tuyo y no existe nada ni nadie que te detenga, tú sigues y sigues y te sientes invencible. Logras separar el pasado y el futuro y disfrutas esa hora, esa hora que le dedicas a tu mente, cuerpo y espíritu; se alimentan de la energía que sientes al dar cada paso, pisas el concreto y eres libre, libre de emociones, de apegos, de situaciones.
Correr o escalar es como la vida. Recuerdo un día estar subiendo al Pinal en Chipinque, iba con mi mamá, ella decidió subir por una brecha plana y yo por la que tenía los escalones. Ahí iba yo, no tenía música, decidí que la naturaleza fuera mi banda sonora. Me encamine, observé el largo camino que me tocaba recorrer, respire hondo y dije — Es hora, es ahora o nunca. Los primeros escalones fueron fáciles, iba feliz admirando cada árbol, cada planta, cada animal que veía. Pero se vino lo difícil, iba a la mitad del camino y sentía que mis piernas no podían dar ni un solo paso más, mi respiración estaba agitada, el sudor recorría mi cuerpo, mis latidos eran rápidos, necesitaba calmar mi respiración. Voltee hacia abajo a ver el camino que ya llevaba recorrido; era una gran cantidad de escalones, así que el pensamiento llegó a mi mente ¿Seguiré o mejor me regreso?, pero la respuesta llegó en un microsegundo. — ¡Sigue Miroslava! ¡Sigue!, ¡Ya llegaste tan lejos para rendirte! — . Comprendí que esos escalones eran como mi vida. Como dice Mark Allen el seis veces campeón del Ironman de Hawai “Puedes continuar para terminar la carrera y las piernas te dolerán por una semana o puedes renunciar y tu mente dolerá por toda la vida.”
Constantes adversidades aparecen en nuestro camino, y a veces llegamos a un punto en donde no queremos más luchas, solo queremos paz. Cada escalón para mí era una adversidad que había logrado superar. Cada que mis piernas se cansaban era el esfuerzo que doy cada día para luchar contra esas adversidades, los pensamientos de cansancio, eran los pensamientos negativos cuando pienso que no puedo más, pero ¡Claro que podía dar más! Así es como un corredor crea la resistencia, cuando cree que no es capaz de ese kilometro más, saca esa fuerza interior que vive en él y lo logra. Así es cómo surge la resiliencia en los humanos, cuando sigues aunque crees que ya no te queda ni un gramo de fuerza en tu ser, surge la fuerza, porque aún hay fuego en tu alma.
Por eso me gusta correr, porque me recuerda que puedo lograr lo inimaginable, porque saca lo mejor de mí, porque me llena el alma y me enciende el espíritu, porque me fijo metas y las cumplo. Porque libero cada cadena que no me deja avanzar y me siento libre.
Por eso es la adicción, porque te vuelves adicto a dar lo mejor de ti, a observar y contemplar que viniste a este mundo para conquistarlo y llenarlo de tu energía. Es increíble como este deporte conecta tan bien con la vida, aprendes grandes lecciones que te convierten en un guerrero listo para enfrentar cada adversidad, cada lucha, cada momento difícil. Le enseñas a tu mente y cuerpo que aunque duela, aunque sientas que ya diste suficiente, rendirse jamás es opción.
¿Y tú, ya te animaste a correr?
“ “Imposible” es sólo una palabra que usan los hombres débiles para vivir fácilmente en el mundo que se les dio, sin atreverse a explorar para cambiarlo. “Imposible” no es una declaración, es un reto.” — MUHAMMAD ALI
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