Suena mi alarma, despierto, me levanto y aquí estamos otra vez: el espejo y yo. Mi enemigo y yo.
¿Por qué me haces esto? ¿Por qué arruinas mi perfecta mañana?
Este cuestionamiento me hizo analizar lo que sucedía y comprendí que mi enemigo no era el espejo, sino yo.
¿De qué hablo? Te preguntarás. Hablo de la lucha interminable, de un constante debate interno, de esos pensamientos que no me dejan en paz, que me hacen sentir inconforme conmigo misma.
Todo comenzó cuando tenía 13 años. Un día desperté, y al verme en el espejo decidí que ya no me veía bien. Que no me gustaban mis mejillas, mi nariz, en fin, cualquier defecto que se me ocurriera en ese momento, era añadido a la lista.
Me observaba y en mi mente sólo veía imperfecciones, pero, ¿quién no ha pensado esto alguna vez?
Analizando la situación y la forma como me sentía en esos momentos he llegado a varias conclusiones.
Empecé por buscar en internet el porcentaje de mujeres que se sienten hermosas en el mundo, y oh sorpresa era increíble darse cuenta que en países como Argentina, México y Estados Unidos los porcentajes de mujeres que se sentían hermosas, era mínimo. En nuestro país, 6 de cada 10 mujeres se sienten incómodas al tratar de describirse como hermosas.
Hoy, en nuestra sociedad tan globalizada, estamos expuestos a medios de comunicación y redes sociales, los cuales, puede que nos conecten al mundo, pero al mismo tiempo influyen en nuestra percepción de lo que sería “bello” y “estético” , ya que a menudo recibimos mensajes explícitos e implícitos sobre nuestro cuerpo y el valor de la imagen actualmente, porque suelen mostrar modelos de belleza, cuerpos perfectos e inalcanzables haciéndonos creer que si no llegamos a este grado de “perfección” no seremos aceptadas e incluso amadas por los demás. La peor prisión en la que las personas viven es en el miedo de cómo son percibidos por los demás.
Todas nacemos tan hermosas, lo trágico es ver cómo somos convencidas de que no lo somos.
Claro que sería increíble parecer modelos de Victoria’s Secret, pero no podemos permitirnos seguir viviendo siendo prisioneras del mundo superficial, que nos obliga a buscar cada día como ser más parecida a las demás, para poder encajar, para no ser rechazadas.
Por supuesto que debemos cuidarnos para lucir bien físicamente y tener una vida saludable, pero evitando que esto se convierta en el centro de nuestra vida y que ponga en riesgo nuestra salud tanto física como emocional.
Día con día estamos saturadas de información sobre cómo encontrar la perfección, ya sea con nuevas cirugías, nuevas cremas para todo tipo de imperfecciones, maquillaje etc., y olvidamos lo que en realidad importa: el amor propio.
¿Y qué es el amor propio?
¿Acaso es algo es que se pueda comprar? o ¿Nuevo conjunto de ropa? ¿Se podrá conseguir leyendo algún texto motivacional? La respuesta a estas preguntas es un rotundo ¡No!.
Aunque estas opciones proporcionen un placer momentáneo, no llenan la definición de amor propio, no lo profundizan, en mi opinión todo lo anterior solo conducen a un vacío existencial.
El amor propio abarca un conjunto de cosas que te llenan y te hacen sentir suficiente, esa plenitud que tanto aspiras tener, es un estado de aceptación y apreciación, que nace del resultado de acciones que ayudan a nuestro crecimiento espiritual, emocional y físico, cuando realizas acciones que promueven el amor propio, es cuando comenzarás a ver ese gran potencial que te define, esa belleza interior que cuando crece en el interior sale por todos lados y la transmites a donde sea que vayas.
Para sentir ese amor, necesitas aclarar tus pensamientos saber que es lo que quieres y lo que no, conocerte mejor, aceptar tus debilidades, abrazar esos rasgos únicos que son parte de ti, no permitir que los demás te digan como sentirte, removerte de situaciones tóxicas y que no te permiten crecer, perdónate cuando falles y vive siempre motivada a ser mejor cada día.
Sé tú misma siempre, pues nada puede compararse con la fuerza de tu propio corazón.
Ten plena confianza en tu fuerza, tu capacidad, tu intuición, tu inteligencia.
Eres fuerte porque supiste como ser fuerte en tus momentos más débiles y conoces son tus debilidades.
Acepta cada parte de ti, ámala con todas tus fuerzas, cada célula, cada átomo, todo lo que te compone a ti, te hace un ser único en este inmenso universo, no dejes que nadie te quite ese gran valor con el que llegaste al mundo. Cuando comprendas que viniste a este mundo a ser feliz y no “perfecta”, empezarás a ver el gran potencial que tienes.
Amate. No vivas esperando la aceptación de los demás, esa autenticidad es lo que te hace distinguir en el mundo. No la dejes ir por querer ser algo que no eres.
El amor a sí mismo es el punto de partida del crecimiento de la persona que siente el valor de hacerse responsable de su propia existencia – Viktor Frankl
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