Mis manos me recuerdan a ti
Dejé de buscar que de tu boca nacieran las palabras que deseaba escuchar unos inviernos atrás. Encontré la manera de quitarme de la lengua escaldada, el sabor amargo que me dejaba el maldecirte y el culparte por intranquilizar a mi frágil corazón, que ahora es temeroso y apasionado, se ha convertido en una paradoja que me cuesta calmar. Tormenta de emociones, relámpagos de furia.
A veces quisiera arrancarme del pecho los restos de las cenizas que se quedaron anidadas a mi alma que me recuerdan a ti, que a su vez de mis manos se borraran lo que me recuerda a ti.
Como pedirme que no sienta el frío de los inviernos en las grietas que aún llevo si no he encontrado la manera de que cierren por completo.
Dejé de cubrir con sábanas los sentimientos empolvados que me aterraba permitirme sentir, hay lugares que no se deben de volver a abrir, pero es que por más que me negara a sentirlo, hoy mis manos me recuerdan a ti. Valientemente, decidí abrir ese lugar bajo llave, el cuarto desordenado de sentimientos reprimidos.
Sentí la necesidad de derribar los escombros de los restos del pasado, silencié los ecos que aun resonaban dentro de ahí, dejé que las heridas sangraran una vez más. Después de un último grito que suplicaba que se detuviera tanta conmoción, cerré el cuarto bajo llave, y supe que estas eran las últimas palabras que saldrían de mi puño y letra para ti.
Se desvanecen las manchas que me tatuaban tu nombre, mis manos bailan en una tormenta de arena que se lleva con su movimiento brusco y lento los restos de ti.
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