Sin rumbo

Hola, soy yo de nuevo, regresando, ya se me hicieron costumbre estos breaks tan prolongados que suelo tomarme, pero qué te puedo decir ,estimado lector, a veces necesito tiempo para crecer, hacer unas cuantas o muchas introspecciones, nos queda  claro que esta vida no viene con instrucciones incluidas y aprendemos sobre la marcha, a prueba y error.

Esta vez te escribo desde un nuevo lugar, y no hablo de que me mudé a otra ciudad o me cambié de casa, tampoco hablo del desequilibrio emocional y el estrés de este encierro en plena pandemia, hoy me encuentro en otro estado mental y emocional. Me siento en paz.

Me dieron ganas de plasmar en un escrito cómo me siento, cómo es mi costumbre, ya que las letras son mi herramienta preferida para transmitir lo más profundo que siente mi alma.

Para no alargar tanto este escrito como es mi costumbre, comenzaré.

En un momento de mi día, dentro de las emociones que me invaden de una manera intensa porque algún suceso en mi vida que las detona, recordé el día que me sentí perdida, sin rumbo.

Llegan recuerdos, recuerdos muy vívidos de cómo me sentía.  Llegaron las memorias de una manera abrupta, sin avisar, me golpearon tan fuerte que salieron disparadas desde mi mente a este escrito.

 Dicen que si no huimos de los libros que nos hicieron sufrir nos permitimos transformarnos.

Decidí abrir ese libro, ese doloroso pero sabio libro.  Antes me hubiera costado mucho abrirlo, pero en esta ocasión fue mucho más fácil.

Si buscamos la definición de “perdido” en el diccionario encontraremos distintos significados entre uno de esos tantos están los siguientes: Que se ha salido de su ruta y no sabe llegar a su destino, que no tiene o no lleva un destino determinado, que se siente confundido y sin capacidad para avanzar en la resolución de un problema o una dificultad.

En este libro se narra cómo en una parte de mi vida navegué sin rumbo, luché ciegamente sin conocer el destino. Me encontraba perdida, en todo el sentido de la palabra, con todos sus significados.

Un día como cualquier otro, el sueño efímero al que yo ya me había acostumbrado a vivir comenzó a desmoronarse, parte por parte, suceso tras suceso que acontecía en mi vida, se llevaban pedazos de este sueño en el cual yo me sentía feliz, cómoda, libre, o eso pensaba yo.

Cuando el sueño desapareció totalmente, entré en un estado físico y emocional en donde sentía que estaba  en un mar abierto sin saber nadar, no tenía de que sostenerme, todo perdía el sentido ¿Quién soy sin ese sueño, sin esa vida a la  que tanto me aferré y ahora no está?

No me sentía lo suficientemente fuerte para seguir, para aprender a nadar de nuevo, solo me encontraba en una inmensa tristeza.  

Pero no había otra opción o aprendía a nadar y a navegar o me quedaba ahí en medio del miedo, de la tristeza y el dolor.

Desconozco de donde proviene esta fuerza interior que sale a la luz cuando te encuentras en momentos difíciles, tal vez es esta naturaleza por sobrevivir que tenemos como seres humanos, ese instinto que nos lleva a sacar habilidades desconocidas e impresionantes.

Así que decidí nadar, a pesar de que aún no tenía claridad hacia donde iba solo sabía que tenía que seguir porque no había otra opción, porque dentro de mí, en lo más profundo de mi corazón sabía que ese no era el fin, que solo era parte del comienzo de otra vida, de otros sueños.

La tormenta

En un libro de Murakami me encontró una frase. Esta frase me encontró en el momento perfecto ya que si la hubiera leído años atrás solo hubiera ignorado.  Estas palabras que leí le añadieron belleza a la existencia humana.

“Y cuando la tormenta de arena haya pasado, tú no comprenderás cómo has logrado cruzarla con vida. ¡No! Ni siquiera estarás seguro de que la tormenta haya cesado de verdad. Pero una cosa sí quedará clara. Y es que la persona que surja de la tormenta no será la misma persona que penetró en ella. Y ahí estriba el significado de la tormenta de arena.”

Esta tormenta de arena es la vida, tu vida, la adversidad nos envuelve y a veces parece que nunca se irá. Tratas de caminar, de levantarte de las caídas, sacudirte el polvo, pero siempre, siempre algo nuevo llega a tumbarte. Y lo único que queda durante esta danza de caídas y pisadas tambaleantes es aprender el ritmo que quiere enseñarte la tormenta.

Y eso haces, continuas, con lágrimas, desesperos, silencios porque no hay más, decides sumergirte en esa tormenta de emociones, experiencias y desesperanza. Sabes que es tu única opción, seguir.

Así iba yo, buscando orientación y sentido, adentrándome cada vez a esa tormenta, porque no sabes en que momento se terminará tanto ajetreo, o si nunca lo hará.

Recuerdo que alguien que admiro me repetía hasta cansarse mientras me veía tratando de hacer las paces con la adversidad “Todo pasa, y esto también pasará”, me costaba creerlo en tiempos tan caóticos, me costaba creer que eventualmente encontraría la paz.

Y sin darme cuenta pasó.  No fue fácil, pero llegué a otro destino, con otros sueños, otras metas, con seres mágicos que me impulsaron a seguir, sin darme cuenta regresó la paz a mi vida, regresó mi sonrisa.

Después de toda esta travesía, te das cuenta de la belleza de la vida, del Universo tan complejo en el que vivimos tan lleno de conocimientos, emociones, experiencias, historias entrelazadas, tantos detalles.

Siempre que exista vida, habrá más sueños.

Gracias a la tormenta descubrí que el espíritu humano puede romperse y volverse a unir porque quiere seguir, que no importa cuantas veces se rompa el corazón; se repara y se atreve a volver a sentir, que cuando se quiere salir adelante encuentras una fuerza de una gran magnitud dentro de ti.

Porque somos resultado de nuestro esfuerzo, somos esta energía que está en constante movimiento, buscando trascender, buscando sentido.

Creo que si lo tuviera que volver a vivir todo para llegar hasta este punto en mi vida lo haría.  No me importaría volverlo a sentir todo, sentir el coraje, la tristeza, la alegría, el honor, la lucha, el valor porque sin todas estas experiencias y emociones, no sería quien soy, no estaría donde estoy.

Hoy me puedo ver en el espejo y ya no veo en mis ojos confusión, solo ganas de seguir experimentando, de vivir hasta quemarme.

“Que baile todo conmigo cuando bailo. Que bailen mi pasado y mi futuro. Todas las veces que no pude bailar. Que bailen cuando bailo. Que bailen mis recuerdos con mis huesos.  Que bailen los recuerdos de mis huesos y mi dolor que también baile con mi dicha. Que baile todo, todo conmigo cuando bailo.”

Con amor, Miroslava.

3 comentarios sobre “Sin rumbo

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