A quien corresponda:
Hace unos días recordé cuando me preguntaste “¿Por qué aún no te he logrado descifrar?”
Creo que hoy tengo la respuesta.
Te cuento, tengo una relación complicada con los domingos. Me envuelven en una melancolía que a veces siento que ni es mía, a lo mejor es de tanto poeta que me tiene perdida.
En uno de esos días de los que te cuento, es constante que me esconda dentro de mis propios silencios.
No hay espacio más ruidoso dentro de mí indescifrable ser que mi mente en silencio.
Por las tardes de esos domingos me gusta caminar, pasearme por ahí, observar las rarezas del mundo, permitir que el viento insista en alborotar mi cabello rizado mientras camino cuestionando que se sentirá pertenecer a ese mundo tan libre, tan natural.
Hubo un domingo especial, en agosto específicamente. Mientras rodeaba al mundo con mis ruidosos silencios y pisadas, noté como se juntaron una colonia de mariposas amarillas por los arbustos y árboles, pudiese estar viviendo una escena de García Márquez en “Cien años de soledad”. Nunca había presenciado algo así. Tan mágico.
Te has preguntado, ¿Qué se sentirá ser mariposa? ¿Qué se sentirá ser una ellas, viajar libremente, tener alas con un color vibrante y disfrutar del aleteo? Tanta libertad en algo tan pequeño.
Ya no observo la rareza del mundo, sino de mis propios pensamientos, sin embargo, no los juzgo los dejo quedarse por un momento.
Continúe mi caminata dominguera, la pregunta de las mariposas amarillas se quedó adherida a mí. Fui recolectando cuestionamientos conforme fui avanzando.
Tengo una ligera obsesión con las nubes. Siempre parece que son algo nuevo para mi cada día que las observo. Ese día no fue la excepción y menos en este domingo de pensamientos extraños. Pude apreciar como el cielo se cubrió de nubes inmensas, de delicadas formas, la lluvia llegó cayendo sobre mi piel dejando gotas por todo mi cuerpo, mientras que algunas montañas permanecían iluminadas por el sol, un escenario inusual, un tanto perfecto.
¿Tú qué crees que se sienta se nube, ser cielo? ¿Qué se sentirá ser astro, lluvia y fuego?
Que no daría por envolverme en ellos, sentir esa ligereza, esa intensidad.
Te preguntarás ¿Por qué te cuento todo esto? ¿A qué se debe tanta palabrería que no pareciera tener sentido? ¿Qué significan esos melancólicos domingos, llenos de metáforas y fantasías? Te conozco y sé que te carcomen las dudas.
Y es que quisiera confesarte mi estimado, que tus múltiples intentos por descifrarme son tan fallidos como los míos. No sé a dónde pertenezco, y la mayoría de las veces no se a donde voy. A veces me siento parte de una inmensidad infinita y al mismo tiempo tan ajena a todo.
Un día, probablemente un domingo, me permití saborear al universo. Creamos un baile, creamos boleros. Me permití, oler, beber, cantar, sentir. Me permití ser testigo de constelaciones, observadora de cielos y poeta de tiempo completo.
No sé cuál sea la fórmula para saber quién es uno mismo, pero sí puedo decirte que yo vivo por esos caminos llenos de encuentros y desencuentros, donde voy paseando por los rincones menos explorados, encontrando partes de mí en cada lugar, en cada ser que conozco, en cada experiencia que vivo. Estoy perdidamente enamorada del camino hacia conocerme.
Te aconsejo, mi estimado, que no trates de descifrar a tu siguiente amor, no trates de formular teorías llenas de “¿Por qué?” No te vuelvas loco tratando de resolver los enigmas dentro de su alma. Probablemente tu siguiente amor ni siquiera se entiende a sí misma.
Todos somos verso, estrofa y rima de nuestra propia poesía, y el significado de cada uno dependerá de quién nos lea y de quién disfrute simplemente leer un poco de romance, risa y melancolía.
Sinceramente y con amor,
La poetisa viajera.
Es domingo. esperando tu artículo.
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Entre encuentros y desencuentros… nace la hermosa realidad.. maravillosa Lectura!! Me encantó!!
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